Nebulosa del Anillo, en la Lyra


El verano y el primer otoño es el momento de la nebulosa del Anillo (Messier 27 o NGC 6720), a 2300 años luz de nuestro planeta (la vemos como era hace 2300 años, quizás ahora ya ni existe o esté próxima a su final...). 
Seguramente es la nebulosa planetaria más conocida, y explicar sus características a la gente que por primera vez la observa siempre es un placer. Las nebulosas planetarias duran apenas unas decenas de miles de años, y son el fruto de unos complejos procesos por los que pasan al final de su existencia las estrellas gigantes rojas, cuyas capas exteriores son empujadas por pulsaciones y poderosos vientos estelares, sobreviviendo un pequeño núcleo en su centro (que aquí vemos), en forma de estrella enana blanca en su centro, que cuesta ver y captar habitualmente.
Pero, posiblemente, el principal gozo es el de su belleza, que a simple vista no se ve del todo (los colores no llegan nunca distinguirse), pero sí se obtienen en fotografías como ésta, captada por Sergio Teba desde Sant Boi, evitando los problemas de la contaminación lumínica de su entorno.


 

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